A partir de una experiencia reciente, me pareció útil escribir el decálogo de las características que hacen que un proyecto esté condenado al fracaso. En primer lugar a modo de check list para poder evaluar el nivel de riesgo de un proyecto antes de comenzar y, en segundo lugar, para saber incluso en qué casos es recomendable rechazarlo, decisión que puede resultar poco amistosa al principio pero mucho más saludable en el largo plazo, si es que se quiere mantener una buena relación con ese cliente.
Diez puntos de alto riesgo que pueden llevar un proyecto a mal puerto son:
- Urgencia: el proyecto está condicionado por una fecha de finalización impuesta unilateralmente por algún representante del cliente (un jefe, un área, etc.) cuyos motivos se desconocen y, lo que es aún peor, no se quieren conocer.
- Interlocutores no válidos: nuestros interlocutores no son quienes tienen la necesidad concreta o han especificado los requerimientos. Sólo se limitan a comunicarnos lo que otros les han comentado en conversaciones, reuniones o mails informales.
- Carencia de documentación formal: no existe documentación formal (brief de proyecto, plan de trabajo, etc.) entregada por las áreas o personas involucradas en la definición de qué es lo que se quiere.
- Requerimientos mal definidos: los dos puntos anteriores, normalmente derivan en la consecuencia de no tener suficiente claridad respecto del trabajo que hay que realizar, los entregables que serán producidos o las metodologías a utilizar.
- Intermediarios: no tenemos acceso al cliente final del proyecto y en su lugar estamos obligados a hablar con “representantes” que pueden ser incluso otro proveedor que nos subcontrata para realizar una parte del proyecto y no aporta valor alguno.
- Pedidos caprichosos: nuestro cliente considera fundamental particularidades poco relevantes de la metodología que por lo general son costosas y aportan escaso valor. Ej: usar determinado software para registrar las sesiones con usuarios, una cámara gesell, determinados artefactos tecnológicos, etc.
- Deficiencias de planificación: el proyecto no tiene la suficiente claridad respecto a las tareas que deberán realizarse, las etapas y las fechas para cada una de ellas.
- Falta de experiencia previa con el cliente: no conocemos al cliente y existen particularidades que nos impiden tener una mejor aproximación a su cultura de trabajo. Esto es común en clientes que se encuentran en el extranjero y no hemos podido tener siquiera una reunión en persona o visitar sus oficinas.
- Problemas de comunicación: nuestros interlocutores no son buenos comunicadores, ya sea porque utilizan un lenguaje técnico, ambiguo o poco conciso.
- Diferencias de idioma: aquí aplica perfectamente la frase “no hablamos el mismo idioma”, que aunque dominemos el de nuestro cliente muchas veces puede producir confusiones y mal entendidos.
Desde luego esta puede ser una lista no exhaustiva, así que los invito a agregar sus comentarios o experiencias propias.
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